¿Por qué se comporta así mi hijo?

indexHay niños o incluso jóvenes a los que les cuesta cumplir con las normas, seguir las instrucciones, e incluso desafían a los adultos, principalmente a los padres. Quieren “salirse siempre con la suya”. Cuando se les pide que hagan algo su respuesta habitual es “no”, “no quiero”, “no tengo ganas”…
Detrás de este comportamiento puede haber muchas causas que lo expliquen. Puede ser que nuestro hijo tenga un temperamento difícil o unos rasgos de personalidad muy acusados que favorecen estas conductas. Otro factor a tener en cuenta es el estilo educativo de los padres. Son padres que sucumben a las peticiones de sus hijos, normalmente por “no oírle”, Es decir son padres demasiado permisivos y el hijo se aprovecha de esta situación.

Puede ser que exista algún problema que influya en la conducta, por ejemplo los niños con TDHA suelen presentar problemas de conducta. Los niños depresivos también pueden exhibir estos comportamientos.La inseguridad o la baja autoestima, escasas o nulas habilidades sociales, sufrir bullyin, problemas de celos con el hermano…pueden dar lugar a este tipo de conductas. A veces es la manera que el niño o el joven tiene de reclamar mayor atención de sus padres, o simplemente expresa la rabia que siente por cosas que están sucediendo en su vida y de las que no tiene control.

Si sospechamos que nuestro hijo presenta algún problema que sustenta estas conductas, debemos acudir a un profesional a que evalúe la situación y nos ayude a resolver el conflicto. Ahora bien, si consideramos que se trata de un problema relacionado con un temperamento difícil o por el estilo de educativo de nosotros, sus padres, lo suyo será preguntarnos: ¿qué estamos haciendo mal? No debemos de empeñarnos en buscar culpables de la conducta de nuestro hijo, lo que sí debemos hacer es asumir responsabilidades. Si hemos reflexionado sobre el problema y hemos llegado a la conclusión de que nuestro estilo educativo es demasiado permisivo, lo que toca es buscar soluciones y no quedarnos paralizados pensando cuál es la culpa o de quién.

¿Qué se puede hacer?

  • Educar desde que nace el niño: Debemos educar a nuestros hijos desde que nacen, “el arbolito desde pequeñito” es un dicho popular que recoge muy bien esta idea. Hay que enseñarle las normas básicas de conducta desde temprana edad. Enseñar las normas directamente será una buena forma, pero sobre todo nuestros hijos aprenden con nuestro ejemplo, otras veces aprenderán experimentando las consecuencias de sus actos
    Algo muy importante es comentar con el niño las conductas que han estado bien para que las vuelva a repetir, es decir para reforzarlas, y también aquellas conductas que se deben modificar o extinguir para que no se consoliden.
  • Enseñar a manejar la frustración: La frustración es el sentimiento desagradable que experimenta la persona cuando no consigue lo que quiere. Aprender a tolerar la frustración es muy importante. A lo largo de la vida de las personas son muchas las ocasiones en las que se viven situaciones que no gustan, suspender una asignatura, que alguien no quiera ser amigo… Es importante aprender a tolerar que las cosas no salgan como queremos. Y ¿cómo se aprende a tolerar lo que no nos gusta? Pues experimentándolas, A veces los padres nos adelantamos y no permitimos que nuestros hijos experimenten las consecuencias de sus actos, los sobreprotegemos.
  • Enseñar a expresar la frustración: En el momento en que se experimenta el sentimiento de frustración suele aparecer la rabia, y ésta puede expresarse de muchas formas, lloros, gritos, o de forma más violenta, insultar pegar, golpear objetos… Debemos enseñar a los hijos a canalizar la ira expresándola de una manera más ajustada. No se trata de inhibirla sino de expresarla de una manera más adecuada. Para ello debemos de conceder un tiempo breve para que se calme y a continuación comentar con él otras formas de expresar el enfado.
  • Poner los límites, poner normas claras: Es importante que desde pequeño sepa qué puede hacer y qué no puede, dónde y cuándo se puede. Es igual de importante hacer cumplir las normas. No se trata de estar todo el día castigando, es mejor que experimente las consecuencias de sus actos, si ha habido una buena acción reconocerla o premiarla y si la conducta no es la adecuada corregirla inmediatamente.
  • Ser consecuente, y perseverante: Es importante que si se “castiga” a un niño, por ejemplo a no jugar un ratito porque ha pegado su compañero de juego, no vale que mañana lo pasemos por alto, o que le quitemos el “castigo” enseguida. Se debe dar un tiempo para que comprenda que de sus actos inapropiados se derivan consecuencias negativas.
  • No tolerar lo intolerable: A veces ocurre que somos intransigentes con cosas sin importancia, “no pongas los pies en el sofá”, “guarda tu ropa” y sin embargo permitimos agresiones, golpes, insultos…
  • Pedir ayuda: A veces es conveniente que los padres pidan asesoramiento al psicólogo, éste le proporcionará unas pautas para afrontar estas situaciones. Otras veces se hace necesaria la intervención directa con el niño o con el joven en su caso.
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